En junio de 1975 Eduardo Terrazas y Arnaldo Coen presentaron la exposición Sin saber que existías y sin poderte explicar en la biblioteca Benjamín Franklin, una dependencia de la embajada de Estados Unidos en México, cuyo departamento cultural pagó los gastos. Coen era pintor, al igual que Terrazas, que además era arquitecto y diseñador gráfico.
Entre otras cosas, había sido el responsable de la imagen de las Olimpiadas de 1968.
La muestra se anunciaba con un cartel multitipográfico compuesto con los caracteres que tenía más a mano el cajista de la imprenta donde se hizo el trabajo.
«¿ABURRIDO? ¿SE VA A CASAR? ¿TIENE PROBLEMAS? ¿NO ESTÁ A GUSTO CON SU TRABAJO ACTUAL? ¡¡¡ÚNICA!!! ¡¡ SENSACIONALI!
Visite la muestra SIN SABER QUE EXISTÍAS Y SIN PODERTE EXPLICAR que le ofrece todo tipo de objetos desde dentaduras postizas, ropa para niñas y niños, paraguas, joyas, trajes sport 100% terlenka, crinolinas, aparatos ortopédicos, dulces y golosinas, mallas en general, todo lo necesario para sus costuras, pantaletas y todo tipo de ropa íntima, todo para su iluminación, pastas, vestidos de novia y pastelería, zippers, todo para su muñeca, sus ídolos preferidos, fotos tamaño mignon, cucharitas y tijeras…»
La lista enumera los objetos de la muestra, que también aparecen en el catálogo del mismo título, formado por fotografías en blanco y negro muy contrastado impresas a toda página en cian, magenta y amarillo, en combinaciones cambiantes hoja a hoja.
El resultado es un libro de artista único y sensacional, que es a la vez catálogo de mercancías averiadas, alarde gráfico (sección imprenta modesta), extravagancia cromática que pone a prueba los límites del Pantone y fotolibro modélico en el uso de la imagen.
Según recuerda Terrazas, su objetivo era «mostrar que el diseño de los aparadores o escaparates del centro histórico de la Ciudad de México es de origen popular e intenta comunicar comerciantes y consumidores a través de presentaciones directas y obvias. Esta forma de realizar publicidad tiene una calidad estética única». La exposición era «una invitación a ver, una celebración de la expresión, lúdica y avasalladora, bajo la que se muestran los objetos en los aparadores. El diseño y producción del catálogo es un homenaje a estas estrategias visuales de la cultura popular». Como argumentaron los sociólogos de Frankfurt, «percibir a realidad como una realidad de objetos y, por lo tanto, básicamente de mercancías», es una característica de la mirada moderna, la mirada del paseante que construye fantasías de felicidad e igualdad a través del consumo visual de objetos encontrados.