Las fotografías de Miguel Rio Branco, como apunta Jean-Pierre Criqui en el texto que acompaña el centenar de imágenes que constituyen la obra,
«nos proponen un amplio catálogo de sujetos, reunidos bajo una mirada sensible a la transmutación estética de los motivos más humildes o los más viles. (Baudelaire, acerca del trapero en Los paraísos artificiales, 1860: “Todo lo que la gran ciudad ha rechazado, todo lo que ha perdido, todo lo que ha despreciado, todo lo que ha roto, él lo cataloga, él lo colecciona, recopila los archivos de la depravación, el cafarnaún de los desechos. Hace una clasificación, una elección inteligente. Recoge, como un avaro un tesoro, las basuras que, deglutidas por la divina Industria, volverán a ser objetos
de utilidad o de disfrute.”)
El exceso es lo que caracteriza aquí el sujeto, en esta “asfixia” de la que Miguel Rio Branco habla acerca de la fotografía: exceso de la vida que se agita en todos los sentidos, y de la muerte en el trabajo que representa su reverso inseparable.»